miércoles

Retazos [IV]

El agua se extiende más allá de la orilla, borrando su ouɹoʇuoɔ hasta que ya no queda nada. Pero lo veo. Sé que está ahí. Y cuando me despierto, el sol de la mañana tiñe de blanco mi habitación. La l u z tan brillante me lastima los ojos. Sin embargo, no me atrevo a cerrarlos. No lo haré. Al oıɹɐɹʇuoɔ, intento adaptarlos al amanecer y d e j o que las lágrimas caigan por su propio peso, aunque ya ha amanecido; ha amanecido...

˙ɹǝʌ ɹod oɥɔnɯ ɐpǝnb ǝɯ ʎ ˙˙˙

AGATB

lunes

Retazos [III]

Pero como solía decir él, nunca estas realmente acabado mientras tengas una buena historia y alguien a quien contársela. Lo malo es que nadie se creería ni una palabra de la mía.
...
—Oye, ¿tú eres de Nueva Orleans, no?
—¿Cómo lo sabes?
—Me encanta esa ciudad.
—¿En serio?
—Hace mucho que no voy por allí. En invierno es preciosa. Y en marzo…, siempre puedes contar con una tarde. Cuando menos te lo esperas entra la niebla. Como un manto lácteo se queda suspendida bajo las farolas y lo corta todo, como un arma blanca y es mágico. Las casas se quedan sin pisos altos, los árboles se quedan sin ramas, la catedral de San Luis se queda sin agujas… La gente que pasea se queda sin cabeza; de cuello para arriba todo desaparece. Lo único que se ve en la plaza Jackson son cuerpos decapitados que se tambalean y tropiezan entre sí, diciendo; ¿qué tal tu madre?
—¿Sabes? Desde que subí a bordo he oído hablar mucho de un chico. Se supone que nació en este barco y nunca se ha bajado de él. ¡Qué locura! ¡Veinte años sin poner el pie en tierra!
—Veintisiete.
—Dicen que ese tío hace una música como nunca jamás se ha oído.
—Yo también he oído hablar de él.
—Al principio pensé que tú eras el chico, pero luego había algo que no encajaba.
—Claro.
—Y pensé: Si es Novechento, ¿cómo es que conoce Nueva Orleans? Porque tú has estado en Nueva Orleáns…, ¿verdad?
—Bueno…, si te dijera que nunca he pisado esa ciudad, ¿de verdad me creerías?
—Quien quiera que seas; Max Conn Tooney, encantado.
...
—No parece usted contento de ir a América.
—No es América. Es todo lo que dejo detrás... Hasta hace unos años sólo conocía mis campos. El mundo para mí empezaba y terminaba en aquel pequeño pedazo de tierra. Jamás había paseado por la calle principal de una ciudad. Puede que no me comprenda, pero…
—Le comprendo perfectamente. Conozco alguien que pasó por algo muy, muy similar.
—¿Y un buen día también se le secó el campo y se le fugó también la mujer con un cura? ¿Y mató la fiebre a sus cinco hijos…?
—No. Pero también acabó solo.
—Entonces tiene menos suerte que yo. Yo aún tengo una hija. La pequeña, ella sobrevivió. Y fue por ella por lo que decidí un día enfrentarme a mi mala suerte y viajar por el mundo sin destino…, hasta que un día, al atravesar uno de los muchos pueblos que no había visto, llegué a una colina. Entonces vi la cosa más bonita de mi vida.
El mar.
—¿El mar?
—Nunca lo había visto. Fue como si me partiera un rayo. Porque oí la voz…
—¿La voz del mar?
—¡Sí! ¡La voz del mar!
—Yo nunca la he oído.
—La voz del mar es como un grito, un grito grande y fuerte que chilla y chilla. Y lo que chillaba era: «¡¡túuu, que tienes mierda por cerebroo!! La vida es inmensa, ¿¡puedes comprenderlo!? ¡¡Inmensaa!!»
Nunca lo había visto de esa forma. Una revolución estalló en mi cabeza y así fue como de repente decidí cambiar mi vida y empezar de cero. Cambiar de vida… Empezar de cero… Dígaselo a su amigo.
...
—Hola, Max. ¿Qué pasa, eres de agua dulce?
—¿Qué has estado haciendo todos estos años?
—Tocar música.
—¿Incluso durante la guerra?
—Incluso cuando ya nadie bailaba. Incluso cuando caían las bombas. Yo seguí tocando. Hasta que el barco llegó aquí.
—¿A esto le llamas barco? Es más bien una montaña de dinamita a punto de explotar. Es un poco peligroso, ¿no crees?
—¿Y tú, Max? ¿Y tú trompeta?
—También la abandoné, hace tiempo. ¿Pero sabes…? Ahora me apetece volver a empezar, estoy repleto de nuevas ideas. Montemos un dúo. Tú y yo. O nuestra propia banda. La Danny Buckman T.D Lemon Novecento Big Band. Me hierve la sangre; seríamos un éxito. Vamos, Novecento. Ven conmigo. Bajémonos. Veremos los fuegos artificiales desde el muelle y empezaremos de cero. A veces es así como hay que hacerlo, hay que volver al principio.
Nunca estás acabado mientras tengas una buena historia y alguien a quien contársela, ¿te acuerdas? ¿Eh? Me lo dijiste tú. ¡Y menuda ristra de historias tienes ahora! Tendrías al mundo pendiente de cada palabra tuya. Se volverían locos con tu música. Créeme.
—Toda aquella ciudad… No se veía el final. El final… Por favor, ¿puede…mostrarme donde acaba? Todo iba muy bien en la escalerilla, y yo estaba impecable. Con mi abrigo. Era un espectáculo. Iba a bajar. Te lo prometo. Ese no fue el problema. No fue lo que vi lo que me detuvo, Max. Fue lo que novi. ¿Puedes comprenderlo? Lo que no vi… En toda aquella ciudad vi de todo menos un final. ¡No había final! Lo que no vi fue dónde terminaba todo aquello. El final del mundo. Fíjate en un piano. Las teclas empiezan,
las teclas acaban. Sabes que hay 88, nadie puede discutírtelo. No son infinitas, tú eres infinito. Y en esas teclas, la música que puedes hacer es infinita, es justa. Así sí puedo vivir. Pero si me subo a esa escalerilla y me pones un teclado con millones de teclas, millones y millones de teclas que no tienen fin…, y esa es la verdad, Max, ¡no tienen fin! Ese teclado es infinito. Y si ese teclado es infinito no hay música alguna que puedas tocar en él. Te has equivocado de taburete. Ese es el piano de Dios.
Cielo santo, ¿viste aquellas calles? Son unas calles, ¡había miles de calles! ¿Cómo lo hacéis allá abajo, cómo escogéis una sola? ¿Una mujer? ¿Una casa? ¿Una… parcela de tierra que sea tuya? ¿Un paisaje que contemplar? ¿Una forma de morir? Todo ese mundo pesa demasiado, y ni siquiera sabes dónde acaba. Es decir, ¿no te asusta nunca sólo el hecho de pensarlo? ¿Sólo el hecho de la enormidad de vivir en él? Max, yo nací en este barco. Y el mundo ha pasado ante mí con 2000 personas cada vez. Yo interpretaba mi felicidad, pero en un piano que ¡no era infinito! Aprendí a vivir de esa forma. La Tierra… La Tierra es un barco demasiado grande. Una mujer demasiado hermosa. Un viaje demasiado largo, un perfume demasiado fuerte, es una música que no sé tocar. Nunca podría bajarme de este barco. Como mucho puedo bajarme de mi vida… Al fin y al cabo yo no existo para nadie. Sólo para ti, Max, tú eres la excepción. Tú eres el único que sabe que estoy aquí. Eres una minoría. Y más vale que te acostumbres. Perdóname, amigo mío. Pero no pienso bajarme.
...
—Eh, Max. Imagínate la escena en las puertas del paraíso. Un tío busca mi nombre en
una lista y no lo encuentra.
—¿Cómo dice que se llama?
—Ehh, Novecento. Bueno, verá, es que yo nací en un barco.
—¿Cómo dice?
—Ehh, nací, me crié y morí en un barco, puede que no esté registrado en esa lista.
—Ya… ¿un naufragio?
—Ehh, no, 6 toneladas y media de dinamita… ¡PUM!
—Vaya…, ¿ya se encuentra mejor?
—Sí, estoy bien. Sólo que he perdido un brazo…
—¿Un brazo?
—Sí, en la explosión…
—Ah… Pues debería haber alguno por ahí. Ehm, ¿cuál dice que le falta?
—El izquierdo.
—Ohh, lo lamento muchísimo. Al parecer sólo tenemos dos derechos.
—¿Dos brazos derechos?
—Sí, eso me temo. ¿Le importaría mucho si se lleva un brazo derecho en vez de un izquierdo?
—Pues dadas las circunstancias…, mejor un brazo derecho que ninguno.
—¡Estoy totalmente de acuerdo!
...
—No es para reírse, Max. Qué mala pata. Pasarte toda la eternidad con dos brazos derechos.¿Cómo vas a hacer la señal de la cruz?
—Eh, Max. Imagínate la música que podría tocar con dos brazos derechos. Espero que allá arriba tengan piano.

sábado

Retazos [II]

-Hablé con mamá. Estaba tan contenta que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje blanco.
-Osgood, no puedo casarme con el vestido de tu mamá. Seguro que ella y yo ...no tenemos el mismo tipo.
-Podemos arreglarlo.
-Oh, no hace falta. Osgood, he de ser sincera contigo. Tú y yo no podemos casarnos.
-¿Por qué no?
-Pues, primero porque no soy rubia natural.
-No me importa.
-Y fumo. ¡Fumo muchísimo!
-Me es igual.
-¡Tengo un horrible pasado! Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista.
-Te lo perdono.
-Nunca podré tener hijos.
-Los adoptaremos.
-No me comprendes, Osgood -se quita la peluca-.Soy un hombre.
-Bueno, nadie es perfecto.

viernes

Abecegrama

-A que eso era todo lo que pretendías... -la voz de la chica se quebró al final de la frase.
-¿Borraste la marca de la pared? -preguntó el chico, con voz apremiante, ignorándola.
-Cada recuerdo... ¿es una farsa? -la chica alzó el mentón y se encontró con sus ojos. En ellos había el brillo de la victoria, la euforia imparable que le dominaba. Se hallaba perdido en su guerra ganada, y parecía no verla.
-Día tras día te mentí, sí -respondió sin prestarle mucha atención. Ahora mismo aquello no era lo que más le importaba-. ¿La borraste, o no?
-Entré en aquella habitación -susurró ella, con el rostro ausente-, vi las marcas, grandes, pintarrajeadas con un lápiz -se detuvo un momento, pensando-. Apenas eran ya visibles.
Falacias era todo lo que él le había contado. Cada promesa, cada beso y abrazo, todos aquellos días en que ella había creído amarlo... Eran una farsa.
-¿Grandes? ¿Marcas? ¡Me dijiste que sólo había una! -él rugió de furia y agarró con fuerza sus brazos, sacudiéndola. -¿Me estás diciendo que lo que me dijiste era un simple cuento?
-¿Historias? Éso es sólo lo que alguien tan despreciable como tú haría -escupió ella, y le dirigió una mirada cargada de ira. Con una fuerza impensable en ella, le empujó y se apartó de él.
Invenciones. Menuda ironía. Y era él el que se atrevía a decírselo a la cara, a acusarla de mentirosa. Cuando precisamente él había hecho lo único que era capaz de herirla, lo único que podía hacerla sentir tan desdichada como en aquel preciso instante. Pero ya no se sentía contrariada, no. Ahora sólo sentía el odio irracional hacia él.
-Kvahlja te matará por decir tales cosas sobre mí. Lo pagarás caro -dijo él amargamente, mientras se acercaba de nuevo para retenerla.
Le hizo pedazos! ¡Lo vi ante mis ojos! Ya no hay nada que tema perder -respondió con un deje de desesperación en su voz. -. Él era todo lo que me importaba.
-Mató a Gabriel porque era lo que debía hacer. Compréndelo, es lo mejor para todos. En el fondo lo sabes, cariño.
No me llames así nunca más en tu repugnante existencia! -gritó ella, abofeteándole la cara. Sentía cómo el od.io corría por sus venas, corroyendo su sangre de unas amargas ganas de venganza.
-No Obstante... Me sigues queriendo, ¿verdad? -sonrió de manera socarrona, como si el puñetazo no le hubiera afectado en absoluto. -Sigues siendo débil.
Pretender que yo te quiera ya es demasiado! -dijo ella, histérica. Hervía de rabia. Quería lanzarse sobre su cara y arrancarle a pedazos la piel, tira por tira, hasta que quedara en carne viva y se lamentara por todo lo que había hecho. Pero sabía que éso era lo que él quería que pasara: que la ira le cegara y le hiciera perder el control. La chica inspiró hondo e intentó relajarse. Si mantenía la mente despejada y clara, podría lograr pensar un plan que acabara con su vida. ¿Pero cómo podía llegar hasta sus defensas si Kvahlja estaba de su lado? También podía matarla. No...
Quitarla del medio era demasiado peligroso. Nunca podría vencerla, y él debía pensar que su plan se estaba llevando a cabo a la máxima perfección. Lo mejor que podía hacer era fingir una reacción imaginable: la que probablemente él estaba esperando.
Repercutiría en su seguridad, que precisamente se vería quebrantada más tarde por ella. Luego...
...Sus defensas se romperían y ella podría matarlo con sus propias manos.
Trapicheos! Llévatela de aquí, y que no me vuelva a molestar con estupideces. Ahora que poseo el poder de Gabriel nada debe interponerse en mi camino.
Únicamente un hombre entró a la sala y agarró con fuerza a la chica, hiriéndole los brazos. Ella pataleó, furiosa, pero el hombre estaba bien curtido y apenas notó un pinchazo por parte de sus débiles puños. Aquello no iba a acabar así. Una sonrisa oscura y amarga se instaló en su rostro, e hizo sentirla más podrida que nunca por dentro. Seguiría planeándola...
Venganza.


Así Borraste Cada Día: Entre Falacias Grandes, Historias, Invenciones.
Kvahlja Le Mató, No Obstante Pretender Quitarla, Repercutiría Sus Trapicheos: Únicamente Venganza.



PD: Intento de Abecegrama. Lo sé, el texto no tiene mucho sentido, pero ha sido difícil
crearlo. Respecto a las letras... Lo sé, faltan las tres últimas, pero no encontraba nada.
(Y el párrafo de "Trapicheos" es horroroso. Pero ha sido divertido).

miércoles

There's no scape

Las p a l a b r a s penetraban por sus oídos y se clavaban como cuchillos afilados en su memoria y en su mente. Esas frases lamidas por el fuego recorrían su cuerpo, la hacían sentir pequeña. La asfixiaban. Sentía la falta del oxígeno en sus agónicos pulmones y la indignación y desolación que le producían aquellos sonidos. Una amarga explosión se hizo paso por su garganta y ascendió hasta llegar a los ojos. Las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos, y no podía evitarlo. El dolor no podía dejarla indiferente. No entendía toda aquella crueldad.

Sintió las lágrimas correr por sus mejillas calientes, y cómo se empezaban a hinchar sus ojos a medida que dejaba rienda suelta a sus sentimientos. Los sollozos quebraron el silencio y se tapó los oídos con las manos.

No te dejaremos salir —por mucho que presionara con fuerza sus oídos, aquella voz no dejaba de interrumpir sus pensamientos. Era feroz, ansiosa y salvaje, descontrolada. Peligrosa. Surgía de la nada y se extendía en la oscuridad, reptando silenciosamente por las altas paredes hasta llegar a ella. Como una ágil a r a ñ a , se entrometía en sus pensamientos y gritaba bien fuerte.

Y sentía miedo.

La chica empezó a temblar, deseando que todo fuera una realidad distorsionada. Que lo que sus tímpanos oían no era más que una alucinación, que lo que sus lágrimas lloraban fueran sacadas de su simple imaginación. Que todo aquel dolor fuera algo perdido en un sueño, en otro lugar distinto.

Pero no lo era. Ella abría los ojos, y volvía a verlo.

El miedo entre la oscuridad. Unos ojos ocultos entre las sombras, un brillo rojizo apenas visible. Pero ella lo notaba en cada célula de su piel, lo sentía a su lado. Tan cerca que podría haberlo tocado… De hecho, él ya lo hacía. La abrasaba de frío, la congelaba de impotencia. A una dulce condena que sólo ella podía observar sin poder actuar.

No… —la chica intentó hablar, pero fue imposible. Los sollozos la cubrían por completo y ahogaban su frágil voz, rota de tanto gritar. Era inútil. No podría escapar nunca de aquella prisión; aquella prisión que ella misma se había creado sin siquiera saberlo. Inconscientemente había jugado con su propia mente, había creado su propio mundo en su cabeza que ahora la tenía presa. Nada podía liberarla de aquellas cadenas invisibles, de aquel delirio infinito que la seguiría hasta la muerte. Sus fantasías se habían vuelto en su peor pesadilla, y no albergaban ningún tipo de salvación. Estaba loca. Y esa demencia la estaba torturando de aquella manera.

No es más que un sueño, no es más que un sueño ¡Todo está en mi cabeza!

—¿En tu cabeza, dices? ¡Qué morbosidad! —la voz rió con ganas. —¡Te torturas a ti misma!

La chica gritó, intentó escapar de ella misma. Pero no podía. Aquel castillo que había creado tiempo atrás se estaba desmoronando. Tan sólo quedaba un pequeño muro en su mente, protegiéndole de sus miedos. Y ahora ellos mismos se revelaban, le plantaban cara destrozando sus propias fronteras, hundiéndola cada vez más en su propia locura.

Y ella había aprendido algo en su corta vida; se podía escapar de cualquiera, menos de uno mismo.

Retazos [I]

Sin ti las emociones de hoy no serían
más que la piel muerta de las de ayer.

H I P O L I T O